No deben existir límites para periodistas amantes de la libertad y la democracia. Pero ¿Qué es libertad?, ¿cómo se construye la democracia? Estas son las interrogantes de fondo que, hoy más que nunca, provocan grandes confusiones en las esferas del poder, y también a nivel de algunos medios y periodistas sin convicciones ni principios democráticos, a veces embriagados de propaganda oficial, o tentados por prebendas o migajas.
¿Qué es la libertad?, básicamente no ser, ni sentirse esclavo. Ser persona. Ser amo de las decisiones. Bajo esta afirmación, todos los periodistas se enfrentan a diario a “diversas esclavitudes”, que van desde sus propias limitaciones al seleccionar palabras, ubicar los signos de puntuación y construir las oraciones; hasta severas presiones externas que vienen de “esferas superiores”, que condicionan la opinión y la selección de información. En todos los casos, allí hay factores que pueden afectar la “libertad de expresión” de los comunicadores sociales.
Por un lado, la misión del periodismo es contar historias, decir lo que pasa; y mediante este ejercicio, hacer que la sociedad se vea a sí misma. De ahí es importante que las sociedades luchen contra cualquier decisión política que permita la intimidación y la autocensura de la prensa, pues, de esta forma, se configura una especie de “imagen distorsionada” de la sociedad. En cierto modo, la libertad de expresión de los periodistas debe ser una especie de garantía de la libertad de expresión de los ciudadanos.
Pero, ¿qué sucede si en este constante enfrentamiento con la “esclavitud”, los periodistas dejan de mostrar a la sociedad tal como es? A veces, mediante la redacción, u otros mecanismos de selección de información (o de informantes), se maximiza el relato de algún hecho mientras otros se ocultan. En ocasiones, la opinión de los periodistas se camufla entre sus textos informativos, creando una “opinión pública teledirigida”, que “invita” al receptor a pensar como el periodista, negándole sus libertades fundamentales.
La pregunta que viene es la papa caliente: Tomando en cuenta que existen estas “malas prácticas en el periodismo” ¿La creación de un consejo de comunicación que sancione a medios de comunicación y periodistas es justificable? ¿Tiene alguien el derecho, a nombre de los excluidos, empobrecidos e “ignorados” de la Patria; de decirles a los ciudadanos lo que es correcto y qué es bueno ver? ¿Qué es verdad y qué es mentira?
Definitivamente no. Pero la pregunta al menos revela la urgencia por mejorar un problema que ha existido siempre. La intención gubernamental de crear consejos y sancionar periodistas es, al menos, un muy equivocado intento por hacer una comunicación que incluya a más ciudadanos. Ha servido para generar el debate. Sin caer en eufemismos, la solución a esto simplemente tiene un nombre: Ética.
La Ética garantiza la verdadera libertad, pues se ejerce en libertad. Hace que el periodista rechace racionalmente todo intento de manipulación y se mantenga en constante aprendizaje. La Ética, en el periodismo, se traduce en estudio, en trabajo profesional, en pasión y apego irrestricto a la realidad. De ahí que la frase: “Para ser buen periodista, hay que ser primeramente buena persona”, puede entenderse como una premisa para ejercer un periodismo realmente libre e independiente.
Se debe hablar de ética, sobre todo en las facultades de periodismo de los centros de educación superior, y en otros espacios de capacitación. Ya no se lo debe hacer desde los libros ni las utopías, con el formalismo de una cátedra; sino partiendo de casos concretos, del intercambio de experiencias, de fortalecimiento del gremio y alianzas con organizaciones que creen en la democracia. Nadie debe controlar lo que piensa el otro, ni creer que la opinión del otro no debe ser escuchada. Pero si se debe trabajar por un periodismo más responsable y comprometido, pero en libertad.
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